La América Latina obrera, estudiantil y campesina se está poniendo de pie. Hemos ingresado en una nueva etapa dominada por fuertes rebeliones contra brutales ajustes y contra los gobiernos que los aplican.
Ecuador y Chile son el testimonio actual de esa tendencia, que ya se venía desarrollando con los levantamientos contra el ajustazo de Ortega en Nicaragua y con las jornadas revolucionarias en Haití contra los tarifazos.
Estas luchas han obligado a dar marcha atrás con las medidas de ajuste -forzando a Lenín Moreno en Ecuador a anular el decreto de aumento de los combustibles y a Piñera en Chile a suspender el tarifazo- y han puesto en crisis a sus gobiernos, que acuden a fuertes represiones contra sus pueblos. Piñera ha militarizado la capital, Santiago, y numerosas provincias, ha decretado el estado de sitio y el toque de queda. El régimen de la democracia pinochetista reacciona poniéndose en evidencia. Según datos del propio gobierno, hay 15 muertos, 84 heridos y 2.643 detenidos. Se denuncian violaciones y torturas, pero la represión ha incentivado aún más la ira y la movilización popular.
La crisis capitalistase vuelca sobre América Latina
La gran crisis capitalista mundial de 2008, nunca superada, vuelve al primer plano. La economía mundial está entrando -y aceleradamente- en una nueva etapa de recesión. Y América Latina está en el ojo de la tormenta. Según los pronósticos de la Cepal y el FMI, el crecimiento de Latinoamérica será del 0,3%.
Esto es consecuencia directa de la caída de los precios de las materias primas (soja, petróleo, minerales, etc.), lo fundamental de las exportaciones latinoamericanas; de la detención del comercio mundial, agravado por las guerras económicas entre Estados Unidos y la Unión Europea y China; del encarecimiento del crédito y las fugas de capitales de nuestros países hacia las metrópolis imperialistas. Y sobre ello, el peso agobiante de las deudas externas, que constituyen un mecanismo de opresión nacional y confiscación popular, y de salvataje de la banca mediante intereses usurarios.
Se trata de un agotamiento del capitalismo mundial. El capital pretende que la crisis que él mismo ha generado y de la cual es responsable sea pagada por los trabajadores y los pueblos explotados del continente.
Tarifazos y privatizaciones de los servicios públicos van acompañados del intento de imponer reformas laborales y previsionales antiobreras y reaccionarias. Apuntan a flexibilizar al tope el trabajo obrero, extender las jornadas laborales, eliminar el pago de horas extras y categorías, disminuir vacaciones y licencias sociales, etc. El resultado es no sólo la superexplotación (se trabaja más), sino también una desocupación y subocupación alarmantes. También propugnan extender la edad para jubilarse y disminuir el monto de las jubilaciones, y que el sistema previsional sea sostenido sólo por la clase obrera, a través del ahorro forzoso de los descuentos salariales.
El ‘modelo’ de los capitalistas del continente es el Chile creado por la sangrienta dictadura de Pinochet. Allí el sistema jubilatorio es privado (AFP) y el pago de las prestaciones mínimo; la educación está arancelada, el sistema de salud desfinanciado y el agua privatizada; no están permitidos los convenios colectivos nacionales y por industria, y el movimiento obrero está atomizado: no existen sindicatos por industria y convenios por rama, facilitando las imposiciones de la patronal.
La rebelión chilena en camino a la huelga general
Pero este ‘modelo’ ha saltado por los aires merced a la intervención protagónica de la juventud, que se va extendiendo a todas las capas de la población trabajadora. El mismo presidente Piñera dijo hace sólo semanas que su Chile era “un oasis” en el desierto de la crisis latinoamericana. ¡Un ‘oasis’ de superexplotación capitalista! Porque Chile sufre los mismos problemas que el resto de Latinoamérica: caída de los precios del cobre, desaceleración de su economía, fenomenal peso del pago de los intereses de la deuda externa. El país debe pagar en el transcurso de un año ¡60 mil millones de dólares! de deuda externa.
El levantamiento del pueblo chileno vino precedido por grandes luchas contra el régimen post pinochetista: multitudinarias manifestaciones de los estudiantes ‘pingüinos’ contra el arancelamiento, por la educación gratuita; gigantescas marchas de las familias trabajadoras contra la jubilación privada (¡un millón de personas en 2017!), por un sistema estatal y una jubilación digna; fuertes huelgas de mineros, de portuarios, de Walmart, de docentes, por romper con la legislación antisindical del pinochetismo y recuperar conquistas arrebatadas; movilizaciones mapuches contra las expulsiones de tierras; etc. Toda esta historia de luchas ha tenido una primera culminación en el gran levantamiento y su extensión hacia la huelga general contra los tarifazos, por la recuperación de las conquistas históricas de las masas, por echar al gobierno antiobrero de Piñera.
Fuera los gobiernos represores y antiobreros
Los ajustes fondomonetaristas han sido llevados adelante por gobiernos que se reclaman derechistas como el de Macri en Argentina o Bolsonaro en Brasil, pero también por los nacionales y populares como Lenín Moreno en Ecuador, el sandinista Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia o el Frente Amplio en Uruguay.
Está en el orden del día, desde Uruguay hasta Ecuador, desde Brasil a Chile, la consigna que venimos impulsando: QUE LA CRISIS CAPITALISTA LA PAGUEN LOS CAPITALISTAS. El sometimiento al FMI y las salidas capitalistas en curso son incompatibles con las necesidades populares. Los sacrificios y privaciones que han sometido al pueblo, sin embargo, no han evitado que los países latinoamericanos hayan entrado en bancarrota y en default. Como siempre hemos sostenido: la deuda es insostenible e impagable. Es necesario derrotar y poner fin a los regímenes responsables de este calvario y abrir paso a una salida política en la que los explotados sean los protagonistas. Luchamos por gobiernos de trabajadores y por la unidad socialista de América Latina.
En Chile, los manifestantes gritan: Fuera Piñera. En Ecuador también reclamaban: Fuera Lenín Moreno. La lucha contra los gobiernos ajustadores debe ir unida a un programa integral de salida de la crisis: ruptura con el FMI y no pago de la deuda, nacionalización de las empresas de servicios públicos y de las que generan las riquezas nacionales (petróleo, gas, minas, etc.). Rechazo de las devaluaciones y la fuga de capitales, nacionalización de la banca y del comercio exterior. En el caso de Chile, aspectos claves de las avanzadas impuestas por el pinochetismo se mantienen en pie. Se trata de una democracia formateada por el pinochetismo y de un régimen económico también tallado por la dictadura, que perpetuaron tanto los gobiernos de centroizquierda de la Concertación, como los gobiernos derechistas de Piñera. Como dice una de las consignas de la rebelión chilena, justificando el alzamiento popular: “No son 30 pesos (por el aumento del subte); son 30 años”. Esto pone en el orden del día la convocatoria de una Asamblea Constituyente soberana, dirigida a remover y poner fin a la herencia dejada por el dictador chileno y tomar todas las medidas dirigidas a una transformación integral del país sobre nuevas bases sociales. Esta tarea sólo puede ser obra de los trabajadores y deberá ser impuesta mediante la huelga y la movilización popular.
Si la rebelión no ha logrado extenderse más, es porque ha sido bloqueada por la acción de burocracias sindicales entrelazadas con las patronales y gobiernos. La CGT argentina contuvo a nuestro combativo movimiento obrero para que no derrotara la política ajustadora del macrismo. La CUT brasileña ha dejado pasar, casi sin batalla, la reforma laboral y previsional de Bolsonaro. Otro tanto ha ocurrido con la CUT chilena dirigida por el estalinismo.
Es necesario recuperar nuestras organizaciones de masas, en primer lugar los sindicatos, expulsando a las burocracias entreguistas. Y construir durante la lucha en marcha, todo tipo de organismos (comités de huelga, etc.) que permitan coordinar esta lucha y llevarla al triunfo. Convocar a congresos de bases de los sindicatos y de las masas que luchan. Hacen falta nuevas direcciones clasistas en el movimiento obrero y de lucha de las masas. Y la construcción de partidos obreros revolucionarios. Los nacionalismos burgueses de Maduro, Lula, Evo Morales o los Kirchner han sido incapaces de dar una salida antiimperialista a la crisis y han terminado deviniendo, tarde o temprano, en instrumentos de la reacción o que le abren el camino a la derecha. Al igual que los frentes populares que, como en Uruguay o la ‘concertación’ chilena, sólo han sido instrumentos de contención de las luchas de las masas. Todos nuestros pueblos estamos en una lucha común: por la Unidad Socialista de América Latina.
Todo nuestro apoyo a los hermanos trabajadores de Chile. Libertad a los presos, levantar el estado de sitio, cese del toque de queda, desmantelamiento de las fuerzas represivas pinochetistas, fuera Piñera. ¡Viva la huelga general en marcha en Chile!