La campaña electoral hacia las elecciones del 27 de octubre concluye en un marco continental extraordinario. La rebelión popular que se desarrolla en Chile y las que tuvieron lugar en Ecuador, Puerto Rico, Haití y, más atrás, en Nicaragua, pintan un cuadro general de ascenso de la lucha de las masas latinoamericanas.
Como no podía ser de otra manera, el marco continental y especialmente la rebelión del pueblo chileno han metido la cola en el proceso electoral argentino. El macrismo, en boca de Pichetto y Bullrrich, ha batido el parche de que Venezuela y Cuba serían los incitadores de la rebelión chilena, como forma de deslegitimar la gigantesca huelga general que se desarrolla en el país vecino y de justificar los crímenes atroces del presidente Piñera contra el pueblo de Chile. Cristina Fernández, por su parte, prefirió despegarse de Piñera cargando las tintas sobre la crisis a la que conduce el “modelo ideal de sociedad” que levanta el macrismo. Omitió referirse, naturalmente, al “modelo” que ella misma defendió en Ecuador, cuando reivindicó como propio el triunfo de Lenin Moreno.
La rebelión ecuatoriana y chilena le ha dado a las elecciones locales un baño de realismo, obligando a todas las fuerzas políticas del régimen a poner las barbas en remojo. Sucede que, acuciados por la bancarrota capitalista, todos los gobiernos del continente, sean ‘neoliberales’ o ‘nacionales y populares’, han descargado la crisis sobre las masas trabajadoras. Esa orientación capitalista ha sido, justamente, lo que ha detonando las sucesivas rebeliones populares. Es lo que se evidencia en Chile, donde la pretensión del gobierno del derechista Piñera de aumentar la tarifa del subte y avanzar en las reformas anti obreras, despertó la ira de la juventud y de los trabajadores de Chile, quienes terminaron por poner en la agenda política el objetivo de poner fin a toda la herencia social y política del régimen pinochetista. Es también lo que se vio en Ecuador, cuando el intento de Lenin Moreno de poner en marcha el paquete de medidas anti-populares dictadas por el Fondo Monetario Internacional desató una gigantesca rebelión campesina, obrera y popular. Esa política ajustadora es la que explica también el retroceso electoral del nacionalista e indigenista Evo Morales, lo que le ha allanado el camino a la ofensiva intervencionista de la OEA. Alcanza un rápido pantallazo por el panorama latinoamericano para desmentir que exista una nueva “brisa bolivariana” en el continente.
Sobre la explosividad del escenario latinoamericano hizo un llamado de atención el periodista Morales Solá -en su columna de opinión del martes pasado en el diario La Nación. La alusión de Alberto Fernández a la situación chilena, preguntándose si “¿somos conscientes los argentinos de lo que le toleramos a Macri?”, despertó las alarmas del periodista Morales Solá, que le sugirió al candidato del Frente de Todos que sea “más cuidadoso”. Es que detectó el boomerang en el que se puede transformar la demagogia electoral en momentos en los cuales las rebeliones populares se han puesto a la orden del día en América Latina.
Una bomba de tiempo
Sucede que la campaña electoral concluye con un cuadro económico completamente explosivo. En el curso de la última semana se ha agudizado una corrida contra el peso y la fuga de capitales, la que está siendo financiada por las raquíticas reservas del Banco Central. La tasa de devaluación que se proyecta con posteridad al 27 asciende al 30%, si se toma en cuenta la brecha cambiaria que existe entre el dólar oficial y el contado con liqui. La devaluación agravará considerablemente el peso relativo de la deuda externa, en un cuadro de insolvencia del fisco nacional y de incapacidad para acceder a la refinanciación de sus vencimientos, como lo confirma el índice “riesgo país”, que supera los 2100 puntos básicos.
Macri, si quiere evitar una entrega anticipada de su mandato, a partir del lunes 28 deberá pactar con Fernández los términos y condiciones de la transición hasta el 10 de diciembre. Lo que incluso tampoco sería garantía plena de que logrará su cometido. Fernández, por su parte, deberá poner a prueba todo su programa económico y político, el que más temprano que tarde entrará en choque con las aspiraciones de los trabajadores y el pueblo argentino. Es que la política de cumplimiento con los especuladores de la deuda pública y de renegociación con el FMI plantea un choque abierto con los reclamos populares. El gobierno deberá, para poder cumplir con el pago de la deuda, sea con o sin quita, proceder a un mayor ajuste fiscal y a un mayor ataque contra conquistas históricas de los trabajadores. La tentativa de los Fernández de sortear el default argentino revirtiendo el déficit de la balanza de pagos del país -vía una mayor devaluación e incremento de las exportaciones- entra en contradicción flagrante con la agudización de la guerra comercial que se desarrolla a escala internacional.
Al mismo tiempo, es evidente que la devaluación en marcha echará leña a un proceso inflacionario que licúa el poder adquisitivo de los trabajadores. Asimismo, la devaluación se da de patadas con las promesas de Fernández de poner fin al aumento de las tarifas, que se encuentran dolarizadas. Una eventual pesificación de las tarifas está en contradicción con política energética de “offshorización” de Vaca Muerta, promovida por el economista estrella de Fernández, Nielsen, con el fin de promover la llegada de inversiones internacionales. Y la vía alternativa de los subsidios estatales a las empresas energéticas se da de patadas con el objetivo de controlar el gasto fiscal, tal cual lo exige el FMI.
Que el propio Fernández es consciente del carácter explosivo de las contradicciones del proceso económico argentino, lo revela el hecho de que su principal estrategia política es lograr poner en marcha el pacto social con las patronales y la burocracia sindical, con el objetivo de maniatar y amordazar a la clase obrera. Apuesta, de esa manera, a evitar que el pueblo argentino siga el camino trazado por los trabajadores y campesinos de Chile y Ecuador.
Con viento de cola
El Frente de Izquierda-Unidad concluye su campaña electoral con viento de cola. Pues es la única fuerza política que puede reivindicar y comprometerse con el triunfo de las rebeliones populares. Por eso ha realizado su acto de cierre en el consulado chileno, y no dudó en realizar un acto en las puertas de la embajada ecuatoriana. El cuadro continental, de ascenso de la lucha de las masas, le marcó un camino al pueblo argentino.
Hemos realizado la campaña electoral más radicalizada desde la fundación del Frente de Izquierda, teniendo como eje central de agitación política el planteo “que la crisis la paguen los capitalistas” y el rechazo al “régimen del FMI”. En el curso de la campaña, el FIT-U se encargó de desarrollar todo un programa de reivindicaciones inmediatas, en conexión con medidas de fondo, como la nacionalización de la banca bajo control de los trabajadores y la recuperación de los recursos estratégicos, como parte de la lucha por una salida de los trabajadores a la crisis.
Asimismo el Frente de Izquierda-Unidad ha realizado una campaña electoral fuertemente asociada a la lucha obrera y popular. Así lo reflejó el compromiso del Partido Obrero y al Frente de Izquierda-Unidad con los acampes piqueteros, los plenarios y movilizaciones del sindicalismo combativo, las movilizaciones del Sutna por la reapertura de la paritaria, la ocupación de Kimberly Klark contra el vaciamiento patronal, etc.
Para el domingo, miles de fiscales se preparan en todo el país para defender los votos del Frente de Izquierda-Unidad. Una gran elección de la izquierda en todo el país y la ampliación de su representación parlamentaria, con el ingreso de Néstor Pitrola y Myriam Bregman al Congreso Nacional, será la mejor preparación de las grandes batallas que se vienen.