Este martes 9 de junio, el presidente chileno Sebastián Piñera nombró en un recambio repentino a Mónica Zalaquett como Ministra de la Mujer y la Equidad de Género, tras la dimisión forzada de Macarena Santelices, nieta de Pinochet, sólo 34 días después de asumir el cargo. Piñera se vio obligado a soltarle la mano a la funcionaria ante la implacable denuncia del movimiento de mujeres, que la enfrentó desde el primer día de su corta gestión.
Sin embargo, ante este relevo, no puede dejar de advertirse un claro hilo de continuidad: tanto su predecesora en el cargo, Isabel Plá, como ahora también Zalaquett pertenecen a la derechista y clerical Unión Democrática Independiente, integrante de la coalición de gobierno. Plá, recordemos, se había negado a condenar los casos de abusos de las fuerzas de seguridad contra manifestantes detenidas, en el curso de la rebelión que estalló en octubre pasado.
Un mandato efímero
El nombramiento de Santelices suscitó un rechazo generalizado desde el comienzo: ni bien asumió el cargo se recordaron sus declaraciones pro-dictadura. Principalmente, por decir en 2016 que “no se puede desconocer que el régimen militar tuvo cosas buenas”. A las críticas se sumaron en aquel entonces, por ejemplo, las integrantes del colectivo Las Tésis, autoras del cántico “el violador eres tú”.
Tan sólo una semana después de asumir, la ministra declaró en una entrevista con CNN Chile que hay sectores del movimiento de mujeres que “buscan el caos, la destrucción y la descalificación”. Lógicamente, estas declaraciones echaron de manera temprana más leña a un fuego que ya era vívido. Además, agregó que “luchar por los derechos de la mujer no significa tener un color político”. Lo que molesta a Santelices es que el grito de lucha de las mujeres del país trasandino apunta fundamentalmente al Estado; a sus fuerzas represivas, sus instituciones, y sus partidos.
Luego de su primera y agitada semana, la ministra volvió a verse envuelta en el escándalo. Una propaganda lanzada por el Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género, donde un anciano le confiesa a su nieta (a quien llama “princesa”) haber ejercido violencia contra su esposa, fue enormemente criticada, porque la realización audiovisual envolvía al mismo en un aura de inocencia que buscaba victimizar al victimario. Tal fue así que la propia Santelices salió a desligarse públicamente y dio la orden de bajar la propaganda. Empezaba entonces a caminar lentamente por la cuerda floja.
Así fue que, por último, el lunes tuvo su paso en falso definitorio, ante un movimiento de mujeres en pie de guerra que no estuvo nunca dispuesto a negociar con lo que representa su figura ni su trayectoria. Ese mismo día, trascendió públicamente que la ministra nombró a Jorge Ruz como jefe de la División de Estudios del ministerio. Ruz es conocido por ser productor del festival Viña del Mar, y fue el encargado de organizar la elección del ‘reinado’ del mismo. Es decir, elegir a la ‘reina’ del evento, claro que según criterios de belleza hegemónica y de “tapa de revista”, para lanzarse en bikini a una pileta ante las miradas del público. Un acto de cosificación sexual a todas luces. Sólo un día después de esto, se produce el recambio.
Otra cara de una misma moneda
Zalaquett pertenece a la misma calaña reaccionaria que Santelices. Nuevamente, otra ministra de la mujer de Chile asume de entrada en medio de un rechazo masivo por lo que su figura y su trayectoria representan. Es contraria al derecho al aborto (en Chile se encuentra penalizado y recién en 2017, tras una larga lucha, se logró la aprobación de una ley que lo despenaliza en tres causales -violación, inviabilidad fetal y peligro de la vida de la madre) e impulsó un cambio constitucional para añadir que “todo menor tendrá como padres a un hombre y una mujer”, un ataque directo al movimiento LGTBI. Y calificó de “valiente” a una menor embarazada, fruto de una violación, por continuar el embarazo, en momentos en que el aborto estaba prohibido bajo cualquier causal en el país.
Esta sucesión de tres ministras en tres meses deja algunas enseñanzas. Fundamentalmente, que no hay salidas a todas estas formas de opresión bajo los límites del actual poder político. La tarea fundamental del movimiento de mujeres chileno es, entonces, organizarse de manera independiente por todas sus reivindicaciones, como parte de la lucha por echar al gobierno represor y hambreador de Piñera.