LA VICTORIA

Una vez más nos toca recordar tiempos de barro, lluvia y sol en un lugar abierto y tamizado de yuyos amarillos. Es imposible para viejos como yo no recordar con nostalgia ese tiempo en que se inició para nuestras vidas ese 30 de octubre de 1957, día en que nuestros viejos queridos fueron valientes y desafiaron al sistema ocupando este lugar donde construimos nuestra existencia social y proletaria que nos marcará de forma irrevocable como sujetos conscientes, luchadores y solidarios con nuestra clase.

La ocupación de los terrenos del fundo “La Feria” fue reconocida internacionalmente como la toma de pobladores sin casas más importante de América latina en su tiempo y es pertinente recordarlo hoy para contrastarlo con lo obrado por los distintos gobiernos y su leyes represivas contra el pueblo que toma la decisión de instalarse en terrenos baldíos y levanta sus campamentos en una reedición  de nuestra experiencia de hace 66 años. Las lecciones vividas en estos 66 años, pasando por todas las formas de gobiernos burgueses, de distintos colores políticos, nos permiten con seguridad y propiedad afirmar que esta población se ha forjado con sus propias manos y muchas veces en contra de las autoridades, que solo se acercan al barrio cuando necesitan el voto para seguir representando intereses ajenos a los nuestros.

Nuestra experiencia se verificó en una época de ascenso de la lucha político social, lo que permitió que sectores políticos organizados, que en ése entonces tenían arraigo popular, se interesaran en el apoyo a esta gesta  liderada por auténticos dirigentes de base reconocidos por su lealtad y entrega a la causa de su pueblo. En cuanto a la experiencia de estos pobladores con los gobiernos de estas décadas es bueno recordar cómo fuimos capaces de imponer nuestro derecho a la vivienda al gobierno de Carlos Ibañez, el llamado general de la esperanza. Hoy estamos viviendo una etapa de los que se presentaron como una alternativa para el pueblo, distinta a quienes gestionaron la transición pactada con los genocidas,  finalmente se han mostrado como lo que son: defensores del orden burgués, ideólogos y ejecutores de leyes represivas del pueblo, como la ley antitomas que apuran en el congreso pensada para criminalizar a quienes, como lo hicieron nuestros antecesores, luchan por tener un lugar donde vivir.

Como dijimos antes y lo repetimos hoy, La Victoria ha vivido y padecido todas las formas políticas que adopta el sistema capitalista de acuerdo con el desarrollo de la lucha de clases y lo importante es rescatar que cualquiera sea el signo político de la dominación, el pueblo siempre buscará y encontrará el espacio para resistir primero y levantarse luego en busca de conquistar derechos que le son negados por el sistema de explotación capitalista. Y nosotros hijos y fundadores de La Victoria, por historia y  convicción, no podemos ser indiferentes, pero debemos reconocer; estamos al debe con esa experiencia. Fuimos capaces de  enfrentar y cuestionar procesos políticos tan diversos y antagónicos con nuestra trayectoria lucha y tenemos conciencia justa de la valía político social de nuestros viejos y viejas luchadores del pasado y siempre debemos resaltar eso con una rememoración agradecida. Pero ello nos obliga a reconocer que como herederos de una tradición de lucha popular estamos hoy en deuda con ella y aunque las razones para ello pueden ser múltiples, lo que corresponde es balancear que las organizaciones de la población no intentan siquiera acercarse a una unidad básica sobre necesidades comunes y perceptibles.

No podemos desconocer los cambios producidos en casi siete décadas que se verifican en todos los ámbitos de la vida social, económica y por ende política. Decir que cambian también con ellos las nociones de conducta y quehaceres del pueblo trabajador frente a un sistema político burgués. Seguramente en el futuro seguiremos defendiendo nuestro patrimonio histórico social como una verdadera epopeya popular que fue capaz de imponer al régimen capitalista que el derecho del pueblo construir su casa en Chile debe estar por encima de la glorificada propiedad privada latifundiaria de la tierra y desde allí recuperar la organización para conquistar todo lo que aún nos falta.