Mitos y realidad sobre el origen de Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
El ascenso en los últimos años del Ni Una Menos y la Marea Verde, le han vuelto a imprimir masivamente al 8M un carácter de lucha en las calles contra todas las formas de opresión que se perpetúan en este régimen social. Atrás parecen haber quedado las intenciones más reaccionarias de reducir esa fecha a una conmemoración inocua, donde las mujeres deberían reivindicar los rasgos más opresivos de una feminidad impuesta y los hombres honrarlas regalándoles flores. Nos encontramos ante un nuevo 8M con un gobierno en busca de un acuerdo con el FMI que profundizará como nunca el ajuste y la miseria social responsables de reforzar los mecanismos de opresión hacia las mujeres trabajadoras. Por eso, es importante recordar el origen socialista que tiene esta fecha, para trazar un puente con ese pasado y plantearle una perspectiva política revolucionaria a los desafíos del movimiento de mujeres hoy.
Una gesta socialista
Los orígenes de esta conmemoración se remontan a principios del siglo XX, impulsada por un movimiento internacional de mujeres socialistas que crecía ya desde finales del siglo XIX. Son las norteamericanas de Chicago las que tienen la primera iniciativa en 1908, extendiéndose al resto de EE.UU. en 1909 por iniciativa del Comité Nacional de la Mujer del Partido Socialista Americano. En ese primer Women´s day participaron las obreras textiles que ese mismo año habían protagonizado la huelga de 2 meses recordada como la Huelga de las camisetas o el levantamiento de las 20 mil. La fecha que eligieron fue el 28 de febrero y se organizaron importantes manifestaciones y mítines con reivindicaciones de las mujeres trabajadoras, como el derecho al voto y la abolición de la esclavitud sexual.
Fue Clara Zetkin en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1910 quien propuso extender a nivel mundial la iniciativa que traían de EE.UU. las delegadas del Socialist Party of America. La delimitación con las corrientes burguesas dentro del movimiento de mujeres fue un debate clave de esa conferencia. La lucha por el derecho al voto era un punto central de separación con el sufragismo burgués que reducía sus reivindicaciones al voto calificado. Pero también se discutió la cuestión de la guerra y se llamó a las obreras a luchar contra el militarismo y el chauvinismo, que unos años después, durante la primera Guerra Mundial, llevaría a las feministas burguesas de los países imperialistas como Inglaterra a una tregua, subordinando sus reivindicaciones en nombre del nacionalismo.
Durante esos primeros años se extendió la celebración por toda Europa pero cada lugar elegía fechas diferentes en función de referencias locales. En Alemania, donde más de 300.000 mujeres se movilizaron en 1911, “…escogieron el día debido a la importancia histórica para el proletariado alemán. El 19 de marzo en el año de la revolución de 1848, el rey de Prusia reconoció por primera vez la fuerza del pueblo armado y cedió ante la amenaza de una insurrección proletaria. Entre las muchas promesas que hizo, que luego no cumplió, fue la introducción del voto de la mujer” (Alexandra Kollontai, El Día internacional de la mujer, 1920). Según Kollontai, la iniciativa de impulsar esta fecha de lucha sirvió para realizar mítines y debates que acercaron a las trabajadoras a los sindicatos y los partidos socialistas, las organizaciones mejoraron su conciencia política sobre el carácter de clase del problema de la mujer y fortalecieron la unidad internacional de la clase obrera en la lucha contra la guerra.
La fecha internacional del 8 de marzo fue elegida recién en 1920 en la Conferencia de Mujeres Comunistas que se realizó en Moscú, en conmemoración de la huelga de las obreras de Petrogrado que el 23 de febrero del calendario juliano. Ese día, que coincide con el 8 de marzo del calendario occidental, las obreras prendieron la mecha de inicio de la Revolución que tiró abajo el zarismo y luego en octubre puso en pie un gobierno de trabajadores. El 8M es desde sus orígenes un día de lucha de la clase obrera, de celebración de una revolución que buscó consagrar por primera vez en la historia muchas de las reivindicaciones del movimiento de mujeres socialistas como la igualdad civil y política, la socialización de las tarea domésticas, el derecho al aborto y la separación de la iglesia del Estado, entre otras. Los cambios necesarios para la superación de las opresiones que padecían las mujeres trabajadoras no podían reducirse solamente a la lucha por el voto. Con el faro mundial de la revolución bolchevique, “El “Día de la Mujer Trabajadora” pasa de ser un día de lucha por el sufragio a un día internacional de lucha por la liberación plena y absoluta de la mujer” (Kollontai, idem).
La maniobra del relato encubridor
La versión más popularmente difundida sobre el origen del 8M es la de un supuesto incendio intencional en una fábrica textil de New York el 8 de marzo de 1908. Según la leyenda, ese día el dueño de “Cotton” prendió fuego su propia fábrica para acabar con una protesta de las trabajadoras. Varios investigadores han refutado ese mito de origen. Una de las pioneras fue la canadiense Renée Cotê en 1984, que investigó exhaustivamente los archivos estadounidenses y no encontró una sola referencia a ese hecho. No había sido noticia en ningún diario de la época, aunque era habitual la publicación de incendios en fábricas textiles. Pero además el 8 de marzo de 1908 era domingo y difícilmente estuviera abierta la fábrica ese día.
El primer registro que se encontró de divulgación de esta historia fue en el periódico del PC francés, en las vísperas del 8M de 1955. El PC se ocupó sistemáticamente de difundirla mientras las manifestaciones por el Día de la Mujer Trabajadora quedaban en el olvido, luego del ascenso del stalinismo, la persecución a la oposición de izquierda y la decadencia de la socialdemocracia europea. En 1966, la Federación de Mujeres Comunistas de Alemania refuerza el mito enriqueciéndolo con el dato amarillista de que 129 mujeres habrían sido quemadas vivas ese día. El stalinismo, acosado por los levantamientos contra la burocracia en los estados obreros, buscó difundir la versión de una huelga de mujeres en EE.UU. para así ocultar el origen revolucionario de la verdadera huelga de mujeres de 1917.
El imperialismo no se quedó atrás, desde mediados de los ´70 buscó cooptar el movimiento de mujeres, que tuvo auge en la llamada Segunda Ola feminista sobre todo en EE.UU. y Europa. En ese contexto, la ONU y la UNESCO consagraron el 8 de marzo como el día de “todas las mujeres”, buscando transformarlo en el día de la conciliación de clase en nombre del género. Una falsificación histórica que hasta el día de hoy tiene como objetivo encorsetar el movimiento de mujeres trabajadoras dentro de una dirección burguesa.
El Día de la Mujer Trabajadora nació como un día de lucha contra el capital, de organización por las reivindicaciones pendientes de las trabajadoras, que son también las reivindicaciones del conjunto de la clase obrera. Este 8M, las organizaciones integradas al gobierno y cooptadas por el Estado buscan contener el desarrollo de un movimiento popular de masas y diversidades para enfrentar el pacto del gobierno con el FMI. La lucha por nuestros derechos es simplemente incompatible con el ajuste que exige ese acuerdo humillante.
No hay forma de romper con las políticas de hambre, miseria e impunidad si no es rompiendo con la política entreguista del gobierno, con el apoyo de la oposición y las iglesias. Por eso, este 8M convocamos a movilizarnos de forma independiente al Congreso y a todas las plazas del país, por el fin de todas nuestras opresiones como nos enseñaron aquel primer 8M las socialistas rusas de 1917.
Nota original de Prensa Obrera.