A primera hora del miércoles 18, el presidente Sebastián Piñera decretó el Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe en todo el territorio nacional por el plazo de 90 días, frente al avance del coronavirus. Presionado por la opinión pública, el gobierno había debido proceder a decretar el cierre de las escuelas cuatro días antes. Sucede que Chile es, por el momento, uno de los países latinoamericanos más golpeado por la pandemia, que ya ha afectado a más de 350 personas.
Pero el Estado de Catástrofe no ha sido acompañado de ninguna medida real para afrontar la crisis sanitaria. Es claro que el gobierno actúa preservando los intereses capitalistas, pues no se ha decretado la cuarentena, tampoco se han cerrado los malls (shoppings), ni se ha paralizado el trabajo en el sector público, ni mucho menos en el sector privado de los sectores no esenciales. Esto, a pesar de los reclamos de los trabajadores del cobre, de la celulosa, de los choferes de Transantiago, los subcontratados del metro, y de diferentes centros comerciales, que reclaman insumos para enfrentar la pandemia y el cese de las tareas para evitar la propagación del virus. Tampoco se ha dado respuesta al cuadro de catástrofe de los hospitales públicos ni se ha procedido a avanzar en una verdadera centralización de todo el sistema de salud, público y privado, que permita una respuesta general y efectiva ante el progreso de la pandemia. El gobierno sí ha anunciado, en cambio, la salida de las Fuerzas Armadas a la calle, para colaborar como “fuerzas sanitarias” y la posibilidad de declarar el toque de queda.
Este contraste entre la falta de medidas reales para enfrentar la pandemia y la declaración del Estado de Excepción, otorgándole un protagonismo inusitado a las FF.AA., revela que el gobierno ha visto en el coronavirus una coartada ideal para avanzar en el reforzamiento del aparato represivo del Estado para un mayor disciplinamiento social. Piñera se ilusiona con poner fin a la rebelión popular que se inició el 18 de octubre pasado y que ha tomado un nuevo empuje desde comienzos de marzo, con las acciones de lucha de los secundarios y del movimiento de mujeres. En esa dirección se anota la pretensión del oficialismo de prorrogar sin fecha la realización del plebiscito programado para el 26 de abril.
Es por eso por lo que en la conferencia de prensa del miércoles 18, Piñera hizo un llamado a la “unidad” nacional. Y la llamada ‘oposición’ -desde los partidos de la ex Nueva Mayoría, el Frente Amplio y el PC-, que ha sido una enemiga de la rebelión chilena, respondió dándole el apoyo a la iniciativa del gobierno.
El telón de fondo
El telón de fondo de toda esta crisis sanitaria es la extrema agudización de la crisis capitalista mundial. La pandemia ofició de detonante de una crisis capitalista que precede a la emergencia del coronavirus. Sucede que el parate forzoso de la actividad económica, como consecuencia de la pandemia, redundó en un hundimiento generalizado de las bolsas de todo el mundo y el refugio de los inversores en los bonos del tesoro norteamericano, y en las devaluaciones de todas las monedas de los países latinoamericanos. La depreciación del peso chileno ha llegado a niveles históricos. La caída de la demanda China significó el hundimiento de los precios de las materias primas, entre ellas el cobre, el principal producto de exportación de nuestro país y factor de ingresos de divisas. Con el cierre de las fronteras y las suspensiones de los vuelos, las acciones de Latam se han derrumbado en un 80%, entrando en un cuadro de quebranto que está siendo descargado sobre sus trabajadores, a los que les han empezado a reducir sus sueldos en un 50%.
Este cuadro de crisis ya se encuentra agudizando todas las contradicciones sociales precedentes al desembarco de coronavirus, y que dieron lugar a las reivindicaciones motoras de la rebelión popular: los bajos salarios y pensiones, la desocupación, el hartazgo frente al negocio de la salud y la educación privadas, etc. Los trabajadores independientes, afectados por el parate general, ya se encuentran reclamando que no se les cobren las cuotas de los colegios de sus hijos mientras dure la paralización de las clases.
Un programa
Es necesario oponer a los planes del gobierno frente a la crisis un programa y una respuesta desde los trabajadores. En oposición a la militarización y al reforzamiento del aparato represivo, planteamos la nacionalización y centralización de todo el sistema de salud y una partida presupuestaria especial para afrontar la pandemia, bajo la gestión y el control de sus propios trabajadores; la constitución de comités de seguridad e higiene en todos los lugares de trabajo, para garantizar las medidas de prevención necesarias y paralizar las actividades no esenciales; planteamos la prohibición de despidos y suspensiones, y el reparto de las horas de trabajo sin reducción salarial; seguro a los desocupados y trabajadores en negro o independientes de 500 mil pesos; nacionalización sin pago y bajo control de los trabajadores del sistema bancario, de todos los recursos estratégicos, y de toda empresa que cierre o despida. Rechazamos la suspensión indefinida del plebiscito, su realización deber quedar supeditada al control de la pandemia.
Más temprano que tarde, los efectos de la pandemia y la crisis capitalista harán resurgir con más virulencia que antes toda la potencia de la rebelión popular chilena.