La Conferencia de la Mujer en Santiago de Chile

Nota publicada originalmente en Prensa Obrera.

  • Rocío Zavaleta

Del 27 al 31 de enero tuvo lugar en la ciudad de Santiago de Chile la XIV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, organizada por la Cepal-ONU, de la que participaron delegaciones de todos los países de la región, incluida la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad de Argentina, Elizabeth Gómez Alcorta, que fue acompañada por ministras provinciales, como la de la Provincia de Buenos Aires y Córdoba. 


La Conferencia de este organismo imperialista tenía fecha en noviembre, y ante el ascenso de la movilización del pueblo chileno, fue suspendida y pospuesta. Sin embargo, la ONU y la Cepal insistieron en que el destino fuera el país donde la movilización popular continúa y es reprimida con un saldo de decenas de muertos y cientos de mutilados y con violaciones y abusos contra las mujeres, tal como denuncia la performance que recorrió el mundo “Un violador en tu camino”. Ni una amonestación siquiera, ni denuncia de ningún tipo contra el gobierno del represor Sebastián Piñera, fue emitida por parte de la ONU ni por parte del resto de los Estados presentes. Las manifestaciones de repudio partieron de las organizaciones civiles, que sin embargo, fueron parte orgánica del evento. 


La conferencia en cuestión fue convocada con un documento denominado La autonomía de las mujeres en escenarios económicos cambiantes. Con “cambiantes” el texto refiere a una América Latina y Caribe atravesada por una crisis económica profunda, por golpes de Estado institucionales y por la pauperización general de la clase trabajadora.


Desde la inauguración de la Conferencia está presente su incompatibilidad con los reclamos que levanta el movimiento de mujeres que lucha en Chile y en América Latina: las autoridades de la Comisión de la Mujer de la Cepal-ONU reconocieron a Isabel Plá, la ministra de la mujer y la equidad de género del gobierno de Piñera, presidenta de la XIV Conferencia regional, cargo que ocupará por los próximos tres años. 


Ninguna de las delegaciones de los Estados presentes levantó la voz en solidaridad con las mujeres o el pueblo chileno en lucha. Las organizaciones feministas y activistas que participan oficialmente de la Conferencia se pusieron parches rojos en los ojos, como forma de denuncia a la represión del gobierno de Chile contra las movilizaciones (que tomó como método disparar a los ojos de los manifestantes) y se retiraron del salón cuando habló la ministra Plá. Afuera, Las Tesis realizaron la performance “Un violador en tu camino”, creada en Chile y que ha recorrido el mundo como denuncia a la violencia de género y la responsabilidad política y estatal. También, se pusieron de pie y de espaldas a las palabras de la ministra de Brasil de Mujer, Familia y Derechos Humanos, la referente evangelista, Damares Alves, simbolizando que Alves defiende intereses opuestos a la defensa de los derechos de las mujeres. 


La Conferencia debatió “no retroceder” de los planteos de la Plataforma de Acción de Beijing, el gran acuerdo de políticas públicas de género de la ONU votada en 1995 que operó como mecanismo de cooptación de un enorme sector del movimiento feminista latinoamericano por parte de los gobiernos y Estados. El fracaso de sus recetas lo reconoce hasta la propia Cepal.


El informe presentado por la secretaria de la Conferencia, Alicia Bárcena, deja entrever el destino que tendrán en los hechos los discursos de compromiso de las ministras para el desarrollo de las políticas públicas planteadas.


Según Bárcena, el período 2014-2020 será el de menor crecimiento para la región en las últimas siete décadas, lo que justificará la ausencia de presupuesto e inversión por parte de los Estados en la materia. Mientras tanto, los escuetos números presentados que describen la situación económica de las mujeres en América Latina son alarmantes: el 27,5% de las mujeres no tiene ingresos propios, las mujeres están sobrerrepresentadas en la población que vive en la pobreza y subrepresentadas en los campos profesionales y de trabajo que permiten una mejor inserción económica. A su vez, dedican tres veces más de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados. Lejos de cualquier “autonomía” –término con el que convocaba la Conferencia a las expositoras-, lo que se observa es la perpetuación de una situación de dependencia y precariedad de condiciones de vida de las mujeres trabajadoras en América Latina.  


La presentación de la ministra Gómez Alcorta en la Conferencia, en consonancia con la visita de Alberto Fernández al Vaticano, ignoró por completo cualquier referencia al tema por excelencia que hace al reclamo de la ola verde argentina: el aborto legal. Y desde ya no existió referencia a la Iglesia, en un país en el que fuera repudiada por sus sistemáticas violaciones de niños que llevó a que existan más de 200 causas abiertas contra curas y cardenales, con la mitad de la cúpula del clero imputada. Como todo planteo, la ministra se refirieró a festejar la creación del ministerio y las intenciones de desarrollar políticas públicas sobre el tema de cuidado –que no se conoce en qué consistiría. 


La Conferencia motorizada por un organismo imperialista, que no denuncia las guerras en el mundo, que no menciona la violencia que la ocupación militar extranjera, incluida la de nuestro país, ha desatado sobre territorios como el de Haití, que no reclama la libertad de las mujeres encarceladas por los Estados por abortos, sencillamente porque es motorizada por la ONU y por los Estados ejecutores de esa política, no puede ofrecer nada a las mujeres que luchan en nuestro continente. En una región con 18 millones de mujeres empleadas domésticas como único recurso para sobrevivir, el tema por supuesto, estuvo ausente de la agenda de los gobiernos serviles a los usureros internacionales. 


El debut del ministerio dirigido por el Frente Patria Grande, sirvió para mostrar la disposición del gobierno y de dicho grupo, a contemporizar con golpistas (la presencia de una enviada del gobierno de Jeanine Añez fue admitida en la conferencia, lógicamente), a admitir discursos de fascistas como la ministra de Brasil, y la disposición a no introducir temas que chocan con el poder de evangélicos y católicos como el aborto o la situación de la educación sexual en América Latina y el Caribe. 


El salto a transformarse en un ariete de un Estado capitalista enmudeció a quienes antes de asumir el gobierno también referían a los endeudamientos con el FMI (que hoy votan a favor en el parlamento argentino) y sus efectos sobre la vida de las mujeres. Ninguna complicidad con guerras, ajustes y con instituciones arrasadas por el abuso a niños y niñas puede ofrecer un canal o perspectiva a un movimiento poderoso que logró poner en agenda fuertes demandas de las mujeres en todo el mundo.