Los estudiantes marcan el camino: No al “Acuerdo nacional” de Boric con la derecha. Por un acuerdo de lxs trabajadorxs.
El plebiscito del domingo -donde la opción de rechazo al nuevo texto constitucional se impuso con un 62 % por sobre la opción del apruebo que sacó un 38% con una participación récord en la historia electoral del país- a pesar de que fue relativamente pronosticado, por la magnitud de la diferencia, causó un verdadero terremoto político, con alcances de proporciones. En primer lugar, queda en claro que la crisis que se abre con la rebelión del 2019 está lejos aún de cerrarse. El proceso constituyente no termina de cumplir con el objetivo para el que fue pergeñado y a casi 3 años del estallido popular no han logrado sepultarlo. Hoy tenemos un gobierno recientemente electo desfondado y un proceso constituyente fracasado.
Estamos frente a una derrota significativa para un gobierno que tiene por delante 3 años y medio de mandato y apostó gran parte de su capital político a llevar hasta el final el proceso desmovilizador constituyente, como uno de los ideólogos y garantes del pacto del 15 de noviembre. Mientras el oficialismo intenta restablecerse cambio de gabinete mediante, la protesta de estudiantil se toma la agenda con movilizaciones y evasiones del metro que llevan días, poniendo de manifiesto la continuidad de la política de los 30 años que el gobierno de lxs otrora dirigentes estudiantiles mantiene y lleva adelante en materia educativa y represiva.
Los números: la opción del rechazo se impuso con holgura en las 16 regiones del país, excepto en 8 comunas -de un total de 346- donde el apruebo logra superarlo. Los guarismos son decisores por sí mismos, pero si consideramos que el márgen que obtuvo el rechazo en las comunas pertenecientes al quintil de ingresos más bajos (ésto es hogares que, en el mejor de los casos, llegan a un salario mínimo como ingreso total mensual) podemos dimensionar la debacle política que los resultados representan para el gobierno. En este sector “la opción Apruebo registró una votación de 24.9 puntos porcentuales, mientras que el Rechazo marcó 75.1, alcanzando una diferencia de más de 50 puntos entre ambas opciones.” (https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2022/09/05/rechazo-saco-ventaja-de-50-puntos-al-apruebo-en-las-comunas-pertenecientes-a-quintiles-mas-bajos.shtml). El contraste con lo sucedido en la segunda vuelta electoral presidencial es inocultable. El triunfo como primera minoría del derechista Kast en la primera vuelta, dió lugar a una fuerte movilización popular que le otorga el triunfo a Boric en el ballotage con la diferencia de votos que logra justamente en las comunas populares, en particular de la región metropolitana y Valparaíso.
¿Qué significa este resultado?
Lo primero que hay que destacar es que no se trató de un plebiscito sobre un proyecto constitucional, sino sobre la orientación política que Boric le imprimió a su gobierno en estos primeros 6 meses.
La mayoría popular rechazó un texto lleno de “declaraciones” y “derechos” que eran puro verso, que dejaba lo central de las conquistas contrarrevolucionarias del pinochetismo y el gobierno de los “30 años” en pie, retocados con un poco de maquillaje y fraseología pseudo progre. Mientras el gobierno aplicaba una política abiertamente antipopular: negativa a un nuevo retiro de las cajas previsionales secuestrados por las AFPs y que benefician a la banca y las empresas; prácticamente nula asistencia social a las familias que ven disminuídos sus ingresos reales por la inflación que ya alcanza el 14,1 % afectando principalmente a los alimentos; militarización del Wallmapu y encarcelamiento de líderes mapuches; negativa a dar respuesta a las demandas de lxs estudiantes y brutal represión a sus manifestaciones; mantenimiento en la cárcel de lxs presxs políticxs y reforzamiento de la criminalización de la protesta presentando querellas a diestra y siniestra contra luchadorxs.
Por estos días desde diversos sectores se han esbozado intentos de explicar éstos resultados en cierta medida sorprendentes ya que las encuestas se quedaron cortas en sus predicciones. La primera pregunta que surge, como suele ocurrir en estos casos, es si nos encontramos frente a un escenario de derechización del pueblo chileno. Por su parte, la derecha encolumnada detrás del rechazo así trata de presentarlo pese a que debió esconder a sus principales referentes durante la campaña, consciente del desprestigio popular del que es tributaria. La centroizquierda gobernante también coquetea con esta caracterización en la medida que le sirve para exculparse de la responsabilidad que le cabe en los resultados que le han permitido a la derecha levantar cabeza luego de las sucesivas derrotas acumuladas en todas las elecciones del calendario electoral de año y medio que culminó con el plebiscito.
Sin embargo, pese a estas conclusiones interesadas de los partidos del régimen, corresponde mirar los guarismos resultantes del plebiscito con perspectiva histórica. El pueblo chileno ha protagonizado en las últimas décadas enormes luchas que han puesto contra las cuerdas a los distintos gobiernos. Sólo por nombrar algunas tenemos: la lucha del pueblo mapuche que toma fuerza a finales de los 90, los levantamientos estudiantiles del 2006 y 2011, el levantamiento de la región de Aysén en el 2012, las grandes movilizaciones contra las AFPs que caracterizaron el 2016, la irrupción del movimiento de mujeres a partir del 2018 y la grandiosa rebelión popular que se inicia en octubre del 2019. En este último caso, el salto es en términos cualitativos y cuantitativos, ya que las luchas sectoriales confluyeron en movilizaciones de masas que cuestionaban no a un gobierno en particular sino al régimen político en su conjunto, en cuanto responsable de las condiciones miserables de existencia de las mayorías trabajadoras.
Ahora bien, si sólo consideramos el ciclo que se abre con este último hito, es aún más forzada la conclusión de la derechización. Porque pese a que el operativo para clausurar la rebelión tuvo un relativo éxito en la medida de que pudo desactivar las movilizaciones masivas, también es cierto que aún en su desenvolvimiento la clase trabajadora dió muestras de que, con lo que tenía a su alcance, corrió el cerco en más de una oportunidad. El 80% a favor del plebiscito de entrada (del 51% del padrón). La consagración electoral de una mayoría de constituyentes independientes identificados con demandas populares en contra de los candidatos presentados no sólo por la derecha, sino también por la centroizquierda ex concertacionista y, particularmente, sin apoyar a los candidatos del PC y el FA que se presentaban como de la izquierda representativa del levantamiento popular. Así mismo, la reacción popular para evitar la llegada del fascitoide Kast a La Moneda. Todos son hechos que no pueden simplemente descartarse y que rechazan el argumento de la derechización de las masas.
Sobre las razones de fondo que motivaron el rechazo de millones al nuevo texto constitucional que, supuestamente, venía a dar respuesta a demandas históricas del pueblo trabajador no se puede soslayar el accionar de una convención que prontamente mostró su verdadera naturaleza dando la espalda a las urgencias más sentidas. Es decir, es sobre el fondo de su accionar el problema y no una cuestión de formas. Las y los chilenos definieron mediante el voto consagrar a activistas y luchadores con las expectativas de que se traduzca en avances concretos pero éstos terminaron adaptándose a la política de los partidos de los 30 años dando a luz un texto que no cambiaba un ápice el modelo reaccionario que en esencia es la negación de esos derechos largamente demandados. Eso no es gratuito. ¿Por qué creerles a quienes desde el oficialismo llamaban a aprobar una constitución que garantizaba todo tipo de derechos mientras que en la gestión de gobierno no hacen otra cosa que negarlos? Es cierto que no podemos caracterizar progresivamente de manera uniforme al masivo voto al rechazo. La campaña del miedo desplegada por la derecha, con el apoyo de los medios hegemónicos, activó temores en los sectores empobrecidos de perder lo poco que tienen o aspiran a tener, pero si ello tuvo efectos es porque hizo pie en la desconfianza acumulada por el FA/PC que, desde el gobierno y la convención, se han dedicado a garantizar los intereses de la burguesía en desmedro de las y los trabajadores.
Chile atraviesa una crisis económica como no sucedía en años y las familias trabajadoras están soportando de lleno los costos de la misma. El gobierno que se presentó como el “de las grandes reformas” no sólo no ha llevado a cabo ninguna, sino que se ha negado a dar siquiera alguna asistencia para paliar las necesidades más urgentes. Pero si despliega complacencia con las exigencias de la burguesía, mientras descarga una brutal represión contra estudiantes y mapuches. El plebiscito fue la oportunidad para rechazar toda esta orientación antiobrera llevada adelante por Boric.
Están cocinando un nuevo pacto contra el pueblo
El impacto de la derrota en el gobierno es muy grande y la intención de mitigarlo con un cambio de gabinete no resultó, pese a que no sólo se trató de una oxigenación sino más bien una reconfiguración al interior de la coalición gobernante, pasando a un primer plano, al copamiento liso y llano del gobierno la ex concertación. La llegada de la “laguista” Carolina Tohá (PPD) al ministerio del Interior y de la “bacheletista” Ana Lya Uriarte (PS) a la secretaría general de la presidencia y, por lo tanto, al comité político dan cuenta de ello. Esto es la frutilla del postre de un proceso que comenzó desde la campaña de cara a la segunda vuelta, cuando el comando de Boric incorpora a estos partidos, que luego se traduce en lugares en el gabinete de gobierno. La derrota en el plebiscito es la excusa para acelerar este derrotero y darle una forma acabada.
Por otra parte, Boric convocó a la oposición para avanzar en el anunciado por cadena nacional “gran acuerdo nacional” para un nuevo proceso constituyente que por éstas horas se encuentra siendo negociado puertas adentro del congreso. Más allá de los detalles, ya se han pronunciado coincidencias entre oficialismo y la oposición derechista en relación a achicar la representación de los pueblos originarios y vetar la posibilidad de participación de candidatos independientes en una eventual nueva elección para una nueva constituyente. Como el 15 de noviembre del 2019, la izquierda patronal y la derecha se aprestan a sellar un nuevo pacto contra el pueblo. Antes como legislador de la oposición y ahora como presidente, Boric asume un rol protagónico en la cocina del régimen.
Los estudiantes marcan un camino
El cimbronazo que significó el aplastante triunfo del rechazo, con su correlato en la revitalización de la derecha, tuvo una inmediata respuesta por parte del movimiento estudiantil. 48 horas luego del plebiscito miles de estudiantes secundarios marchan hacia La Moneda contra el modelo privatista de la educación heredada de la dictadura, mejoras en las becas alimentarias, en las condiciones edilicias, transporte gratuito, ESI, fin a la PAES, entre otras demandas. Un sector del estudiantado levantó también la consigna de “asamblea constituyente”. En relación con ésta última, el proceso que acaba de concluir ha confirmado que una constituyente sólo será soberana en tanto se sobreponga y desplace al conjunto de los poderes del Estado y concentre en sus manos la suma del poder político. Se trata de un balance fundamental que debe tener en claro la vanguardia obrera y juvenil de cara al nuevo período que se abre.
La respuesta del gobierno fue una brutal represión que sólo logró que las movilizaciones se replicaran. Los días siguientes a las protestas callejeras se sumaron evasiones masivas en estaciones del metro en Santiago que afectó su funcionamiento por horas y se verificaron protestas en otros puntos del país (en Valparaíso miles marcharon al congreso). El viernes se desarrollaron manifestaciones durante toda la jornada y culmina con una importante concentración en Plaza Dignidad. Al igual que Piñera, Boric desatiende los reclamos y responde con gases, carros hidrantes, detenciones y querellas del ministerio del interior contra estudiantes. Las organizaciones y coordinadoras de lucha de activistas y trabajadorxs debemos acompañar la lucha de los estudiantes, hasta su triunfo.
La independencia política es central. Importantes sectores del movimiento popular y de lucha, han sucumbido a la política de cooptación desenvuelta por el gobierno, como por ejemplo muchas organizaciones del movimiento de mujeres, siendo la Coordinadora Feminista 8M de Santiago donde se verificó con mayor cabalidad esta orientación nefasta para nuestros intereses de clase. La adaptación de gran parte izquierda llamando a votar Apruebo es también reflejo de ello. Actuando como furgón de cola del gobierno, la izquierda apruebista se privó de ofrecer a las masas una opción independiente que apunte a contrarrestar la (falsa) polarización reinante en la que el pueblo quedó atrapado. Probablemente no hubiera torcido los resultados, pero si significaba una contribución a la emergencia de un polo político de independencia de clase para avanzar en las tareas que tenemos las y los trabajadores en la nueva etapa política que ingresamos.
Al pacto de los partidos del régimen de los 30 años, opongamoslé la unidad obrero- estudiantil para conquistar todas nuestras demandas, no podemos seguir esperando, ninguna respuesta vendrá de quienes están conspirando contra nuestros intereses. Marchemos hacia un Gran Acuerdo Nacional de Trabajadorxs, para coordinar nuestras luchas y construir una alternativa independiente de las y los explotados.
Olivia Campos. Fuerza 18 de Octubre