Jeannette Jara, militante histórica del Partido Comunista, ha sido una figura presente en el gobierno de Michelle Bachelet y recientemente formó parte del gobierno de Gabriel Boric como ministra del Trabajo. Hoy se presenta como candidata presidencial del oficialismo, intentando mostrarse como una opción de izquierda que combate el régimen de los 30 años. Sin embargo, su historia y trayectoria política revelan todo lo contrario: Jara representa la continuidad, defensa y profundización del modelo neoliberal impuesto durante la dictadura y sostenido por las coaliciones que han gobernado el país desde entonces.
Durante su paso por el segundo gobierno de Bachelet, Jara fue parte de un gabinete que promovió reformas que no lograron cambiar las condiciones de explotación ni precariedad de millones de trabajadoras y trabajadores. En el actual gobierno de Boric, como ministra del Trabajo, Jara ha sido parte del impulso a reformas laborales que, bajo discursos de progreso, profundizan la flexibilización y precarización del empleo. La supuesta reducción de la jornada laboral a 40 horas se diluye en mecanismos que permiten extender la jornada hasta 52 horas sin pago de horas extras, una verdadera estafa para la clase trabajadora. Además, su gestión no ha sido capaz de detener el aumento del trabajo informal ni de garantizar estabilidad ni derechos fundamentales para los trabajadores.
En materia previsional, Jara ha sido pieza clave en la consolidación del sistema de AFP que por más de 45 años ha condenado a las y los jubilados a pensiones de miseria. La reforma presentada por este gobierno y en la cual ella ha participado mantiene el modelo de capitalización individual, incrementando el porcentaje de cotización administrado por las AFP de un 10% a un 14,5%, fortaleciendo así el negocio financiero que desplaza la riqueza desde el trabajo hacia las manos del gran capital. La falacia de un sistema mixto se deshace frente a la realidad: las pensiones seguirán siendo insuficientes y la responsabilidad financiera sigue recayendo sobre las y los trabajadores. No hubo ruptura con las AFP ni con el neoliberalismo; hubo profundización del parasitismo capitalista a costa del sacrificio popular.
En el área de salud, el gobierno donde Jara fue ministra ha protagonizado un vergonzoso rescate a las Isapres. Tras un fallo de la Corte Suprema que ordenaba devolver a los afiliados cobros en exceso por 1400 millones de dólares, un comité técnico asesor redujo esa deuda a 451 millones y propuso un plazo de pago de diez años, un verdadero “perdonazo” a las aseguradoras privadas que deja en evidencia la complicidad del Ejecutivo y el poder político con el sistema privado de salud. Mientras las familias trabajadoras pagan un alto costo por su atención médica, las grandes empresas aseguran su continuidad sin responsabilidad ni sanciones reales. Así se confirma que la salud sigue siendo un negocio privado y no un derecho universal ni gratuito.
En materia de vivienda, Jara y su gobierno impulsaron una política criminalizadora y represiva contra las tomas de terreno y las familias sin casa. La ley antitomas, impulsada en su gobierno, legitima desalojos violentos con participación de la policía y judicialización de quienes luchan por un derecho fundamental. Mientras se mantienen millonarios negociados inmobiliarios entre el Estado, empresarios y constructoras, miles de familias son expulsadas de sus hogares con represión y abandono. Esta política se acompaña del reforzamiento del aparato represivo, con aumentos presupuestarios para Carabineros y la policía, y la aplicación de penas de cárcel y figuras legales que criminalizan la protesta social. El “gobierno feminista” termina consolidando la violencia estructural y la desigualdad.
En cuanto a recursos estratégicos, si bien Jara ha declarado públicamente que no le gusta que se hagan negocios con SQM “no solo por su herencia pinochetista, sino también por el rol que jugó en el financiamiento ilegal de la política” y reconoce que “no es buena idea”, no puede ocultar que formó parte de un gobierno que impulsó una estrategia nacional del litio que mantiene el modelo extractivista y neoliberal. Esta estrategia no contempla la nacionalización real ni el control democrático de este recurso fundamental para el futuro energético y económico del país. Por el contrario, perpetúa la entrega del litio a grandes empresas privadas y transnacionales, manteniendo la dependencia y el saqueo.
El programa que hoy presenta Jara se vende como un proyecto transformador: reducción de jornada laboral, fortalecimiento de la negociación colectiva, reforma previsional con fin a las AFP, reforma de salud y seguridad, desarrollo sustentable y justicia social. Sin embargo, esta plataforma no hace más que maquillar la continuidad del régimen capitalista, con reformas parciales y limitadas que no tocan las raíces del sistema. Se mantiene el blindaje del aparato represivo, la defensa de la propiedad privada, la mercantilización de la salud y la precariedad laboral, así como la complicidad con los grandes grupos económicos y la banca.
Jeannette Jara no es una opción real para la izquierda ni para quienes buscan romper con el régimen de los 30 años. Su rol ha sido, y sigue siendo, administrar la crisis y asegurar la reproducción de un modelo que profundiza la desigualdad y la explotación. La verdadera lucha de la izquierda revolucionaria pasa por construir una alternativa clasista, independiente y combativa, que no se conforme con parches ni concesiones a la burguesía, sino que apueste a la unidad desde abajo, a la organización obrera y popular y a la construcción de un gobierno de los trabajadores y trabajadoras.
La candidata del Partido Comunista, despliega un discurso que más que desafiar el orden establecido, se empeña en garantizar tranquilidad y certezas a la burguesía. En sus declaraciones insiste en la necesidad de “mantener un diálogo permanente con los sectores productivos para garantizar la estabilidad económica y la generación de empleo” (La Tercera, 2024: https://www.latercera.com), evidenciando su prioridad por la contención de los intereses capitalistas por sobre las demandas obreras. Su visión de fortalecer la negociación colectiva “desde una mirada de responsabilidad y diálogo” (El Mercurio, 2025: https://www.elmercurio.com), revela un enfoque moderado que busca evitar cualquier conflicto que pueda poner en riesgo el equilibrio del sistema. Además, Jara aboga por avanzar en reformas “con moderación y centralidad” (PC Chile, 2025: https://pcchile.cl/2025/05/07/plataforma-programatica-candidatura-a-primarias-presidenciales-de-jeannette-jara-chile-justa-seguro-y-prospera/), promoviendo cambios paulatinos y sostenibles que no alteren las bases del modelo neoliberal. En su apuesta por un Estado facilitador, lo concibe como un “articulador entre los diferentes actores sociales” para impedir rupturas y garantizar un desarrollo sin enfrentamientos (Radio Cooperativa, 2025: https://www.cooperativa.cl), revelando así su papel de garante del statu quo. En su campaña, se define como un “puente entre las demandas sociales legítimas y las posibilidades reales de nuestro sistema económico” (CNN Chile, 2025: https://www.cnnchile.com), dejando claro que su compromiso es preservar ese equilibrio, limitando las aspiraciones populares a lo que el sistema “puede permitir”. Esta línea discursiva, irónica pero representativa, muestra cómo la dirigente comunista termina siendo la mejor defensora del sistema capitalista que supuestamente debe combatir, un rasgo lamentablemente típico de buena parte del PC chileno en las últimas décadas.
Jeannette Jara se presenta como una dirigente política capaz de articular los intereses de la burguesía y el gran capital, actuando como un puente que contiene y domestica las legítimas demandas de las y los trabajadores y del movimiento sindical. Su rol no es confrontar el sistema que explota y precariza a las mayorías, sino más bien gestionar y canalizar la protesta popular para preservar la estabilidad del régimen neoliberal. Así, Jara opera como una garantía para los poderosos, asegurando que las luchas obreras no desborden los límites del mercado y el orden establecido, manteniendo al sindicalismo dentro de las reglas del juego capitalista y limitando su capacidad de transformar de raíz las condiciones de vida y trabajo. En esta tarea, no está sola: Gonzalo Winter y Carolina Tohá, también partícipes de la primaria oficialista, compitieron por demostrar quién ofrecía mayores garantías de “gobernabilidad” para la clase dominante, lo que en la práctica significa más ajuste, más represión y más contención para las y los trabajadores. En estas presidenciales, las y los trabajadores no tenemos candidatos: todos los nombres que se disputan el sillón presidencial representan distintas variantes del mismo régimen.
Solo un proyecto que ponga en el centro la expropiación sin indemnización de los recursos y medios de producción, el control obrero, la democratización real de la economía, romper con las cadenas del capitalismo y abrir el camino a un Chile libre, soberano y verdaderamente justo.
La historia no nos dejará esperar más. La tarea está planteada y la lucha continúa: la salida revolucionaria es la única alternativa para las y los de abajo. El futuro será de quienes luchan y no de quienes administran el saqueo.
La tarea pendiente de la izquierda revolucionaria es clara y urgente: levantar candidaturas auténticamente independientes, clasistas y combativas, que no se limiten a administrar el sistema sino que apunten a su transformación radical. Solo una izquierda que ponga como norte estratégico un gobierno de los que trabajan —un gobierno de los trabajadores— podrá enfrentar de verdad el régimen de los 30 años, desmontar sus estructuras de dominación y abrir camino a una sociedad justa, soberana y libre de explotación. Es esta lucha la que debemos fortalecer desde las bases, organizando a la clase trabajadora para construir un proyecto político que no se doblegue ante la burguesía ni a sus interés.
29/06/25