A la luz del nuevo capítulo en el conflicto en Palestina, es necesario precisar una caracterización frente a la acción desplegada por Hamas.
Hamas encabeza la resistencia nacional palestina, una causa que va más allá incluso de Palestina pues su lucha condiciona todo el tablero político de Medio Oriente, desde el accionar de Israel, que es el Estado gendarme en Medio Oriente hasta el de las burguesías árabes, empezando por sus principales actores regionales como Arabia Saudita, Irán o Turquía. Y también condiciona la intervención de las grandes potencias mundiales, empezando por Estados Unidos pero repercute también en el accionar de Rusia, un actor de peso que ha ido perdiendo gravitación, en especial a partir de la guerra de Ucrania, y China que inversamente al régimen ruso ha ido conquistando un mayor protagonismo en la región.
Hamas es una organización de carácter confesional, que integra el movimiento internacional de los Hermanos Musulmanes, apoya el régimen teocrático de Irán y el gobierno reaccionario de Erdogan. Pero esa circunstancia no nos puede hacer perder de vista que así y todo es la organización que lidera la resistencia nacional del pueblo palestino. Que es quien canalizó políticamente la rebelión de la segunda intifada contra los acuerdos de Oslo, que legitimaban al Estado de Israel y confinaba a Palestina a una caricatura de Estado nacional.
Esta impostura de dos Estados se fue desmoronando con bastante celeridad pues Israel no detuvo su política expansionista, de limpieza étnica y colonizadora. Un modus vivendi, una convivencia amigable, es de imposible cumplimiento pues entra en colisión con la naturaleza del Estado de Israel, cuya existencia, desde su fundación, se asienta en la expulsión de sus tierras y la persecución del pueblo palestino. El Estado sionista es una gran fuerza de ocupación de Palestina y como tal solo puede subsistir a través de un sistema de guerra permanente.
En este contexto, la política de colaboración que estableció la Autoridad Palestina, encabezada por la OLP y su actual presidente Mahmud Abbas, fue haciendo aguas y con ello su ascendiente sobre el pueblo palestino. La Autoridad Palestina se fue transformando con el correr de la última década en una suerte de policía, con el guiño y aval del Estado hebreo, contra la oposición creciente frente a los avances y atropellos del sionismo. El descrédito de la Autoridad Palestina llegó al punto que Hamas la desplazó, tomó el control de Gaza y asumió su gobierno, ganado por mayoría en elecciones libres. El declive de la Autoridad Palestina también se constata en Cisjordania mientras crece el descontento y la insurgencia de la población, en especial en las filas de la nueva generación.
Es de destacar que la llamada Autoridad Palestina no convoca –con diversas excusas- a elecciones desde el 2006 en Cisjordania, por temor a ser barrida por Hamas y otros agrupamientos palestinos que planteen posiciones de lucha contra el opresor Estado sionista.
A pesar de esta situación, Hamas ha oscilado entre la resistencia armada y la colaboración con la Autoridad Nacional Palestina, cosa que ocurrió (incluso con un gabinete común) en la previa a la intervención sionista en Gaza en 2014 y que estuvo como perspectiva propiciada por Erdogan durante los últimos años. Doctrinariamente, la carta fundacional de Hamas de 1988 encuadraba esta resistencia armada como en una ideología jihadista, o sea, de lucha religiosa y promovía la eliminación del Estado de Israel. Pero en 2006, Hamas pasó a aceptar la formación de un Estado palestino sobre la base de las fronteras de 1967, y plasmó esta nueva orientación en una nueva carta programática en 2017. Al mismo tiempo, hacía un distinción entre el sionismo y el pueblo judío y planteaba que su oposición iba dirigida contra los proyectos sionistas de ocupación del territorio y la expulsión de la población palestina. El sionismo, sin embargo, propagandiza la carta de 1988 sosteniendo que se trata de una tendencia política que promueve la eliminación del pueblo judío. Desde su llegada al poder en 2006, Hamas ha ido virando a una posición de compromiso con la política de los “dos Estados”. E incluso ha sido alimentada por el mismo sionismo contra Al Fatah para dividir el campo palestino.
Viene al caso señalar que en el último período se ha intensificado la ofensiva sionista contra el pueblo palestino. Aquí debemos incluir el asentamiento de colonos y el desalojo de familias palestinas de las tierras que ocupan que está en sintonía con la tentativa de anexar Cisjordania a Israel y transformar Jerusalén en su capital. A la par de estos planes en Cisjordania, asistimos a un salto en el cerco a Gaza en que Israel viene aumentando los controles y el ahogo económico, de tal modo que Gaza ya era un gueto pero la situación ha pasado a ser insostenible. El brutal ataque aéreo israelí contra el hospital Al-Ahli, en Gaza, que dejó casi 500 muertos, muestra la disposición del sionismo de llevar a fondo la masacre del pueblo palestino.
¿Organización terrorista?
Todos estos factores deben ser tenidos en cuenta pues los territorios palestinos se convirtieron en una olla a presión que estaba llamada a estallar y estalló. El clima de hostilidad y beligerancia hacia el régimen sionista anida en especial entre la juventud, en primer lugar en la Franja de Gaza pero también en Cisjordania, que pedía la necesidad de pasar a la acción. “Más del 56%, en una encuesta realizada, apoya el regreso a una intifada o levantamiento contra Israel. El año pasado, surgieron numerosos grupos militantes nuevos en las ciudades de Nablus y Jenin, en el norte de Cisjordania, desafiando la legitimidad de las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina” (BBC News, 4/7). Este reclamo no solo era un dedo acusador contra la Autoridad Palestina sino que también interpelaba a la propia Hamas, cuestionada por cierto acomodamiento a un status quo con el gobierno israelí. El giro dado por Hamas probablemente tenga alguna relación con ese cuestionamiento.
La acción de Hamas, que actuó en este caso al frente de un amplio frente de coordinación de organizaciones de la resistencia palestina, incluidas quienes se reivindican de procedencia “marxista-leninista”, no se puede separar de este contexto. A diferencia del método utilizado durante años por la organización, de las “bombas suicidas”, no estamos ante un acto individual sino que es una de las expresiones de una tendencia a una rebelión popular violenta que ya anida en el pueblo palestino y que dan cuenta de una ira, un hartazgo y desesperación que se ha vuelto cada vez más insostenible.
Esta rebelión popular se expresó a lo largo de la historia de diferentes formas. En la primera Intifada (a partir de 1987), la rebelión desarmada de las masas palestinas fue violentamente reprimida por el Estado de Israel. La segunda Intifada (2000) involucró una participación masiva, con huelgas generales y movilizaciones en Palestina e Israel, protagonizadas por palestinos incluso con ciudadanía israelí. Desde entonces, Israel fortaleció los mecanismos de regimentación del pueblo palestino, los retenes, la represión y contó para ellos con la colaboración de la Autoridad Nacional Palestina.
La acción actual no se trata de una acción de aparato a espadas y ajena al pueblo. El despliegue de fuerzas, la logística desplegada dan cuenta de los fuertes nexos y vasos comunicantes que unen a Hamas con los habitantes de la franja de Gaza, sin los cuales hubiera sido imposible esta operación militar.
La calificación de terrorista es promovida por el imperialismo y el sionismo para criminalizar y perseguir distintas organizaciones populares, y en la Argentina la utilizó Sergio Massa cuando promovió incluir a Hamas en la lista de organizaciones “terroristas” que reconoce la Argentina. Encubre que se trata de acciones con un masivo apoyo popular y es funcional a una retórica del establishment tendiente a desprestigiar y aislar la causa palestina. Una de las variantes en curso es hablar del terrorismo de los dos lados con lo cual se tiende a colocar un signo igual entre el Estado genocida y Hamas y la lucha palestina. De allí a la “teoría de los dos demonios” hay un paso.
Acerca de los métodos
No basta con condenar a Israel como responsable del baño de sangre. Tampoco es suficiente declarar el apoyo a la causa palestina mientras se ponen peros… para reivindicar la acción de Hamas, al cual se le echa flit pretendiendo escudarse en diferencias irreconciliables. En dos tramos de un discurso en el Congreso, Del Caño repitió “no compartimos ni los métodos de Hamas, ni su programa, ni su estrategia política”. La independencia de clase es utilizada como pretexto para no comprometerse con la resistencia de carne y hueso tal cual se está dando. Afirmar que “apoyamos al pueblo palestino” “se vuelve una abstracción porque la lucha del pueblo palestino hoy se canaliza en buena medida por las acciones de Hamas” ( ver “Las posiciones de la izquierda ante la acción de Hamas y la campaña sionista” ,14/10).
La iniciativa, sin embargo, de derribar las murallas de la prisión de cielo abierto más extensa del planeta, del mayor gueto contemporáneo y de desafiar y lograr consumar el operativo frente a uno de los ejércitos más poderosos, de burlar sus servicios de espionaje y dispositivos de defensa es un gran golpe al sionismo y al imperialismo. El reconocimiento de este hecho es el punto de partida de una política revolucionaria.
Este problema está claramente expuesto en una reciente nota publicada en La Izquierda Diario: “mientras se opone a la ocupación sionista, [Hamas] apuesta por alianzas con gobiernos musulmanes burgueses, como Irán o el régimen de Qatar, que han constituido la vanguardia contrarrevolucionaria contra la Primavera Árabe, para quien el movimiento palestino es una moneda de cambio en sus transacciones comerciales con el imperialismo. El programa de Hamas para construir un Estado islamista es un proyecto político reaccionario “ (Opinión. “¿Apoyar la resistencia palestina significa apoyar la estrategia y los métodos de Hamás?”, 14/10). Si nos atenemos a lo dicho, el conflicto consistiría un enfrentamiento entre dos proyectos reaccionarios, con lo cual se termina disolviendo las fronteras que separan a un país opresor de un país oprimido y la confrontación histórica que está planteada entre la opresión sionista y el pueblo palestino.
Esto conducta del PTS no es nueva. Ya ocurrió, por ejemplo, con respecto a Hezbollah en el 2006, cuando dicha organización libanesa protagonizó una acción militar desde el sur de Líbano en solidaridad con la lucha palestina que estaba bajo el fuego sionista. Estábamos en presencia de un acto revolucionario, sin precedentes. Las divergencias estratégicas que por supuesto existen no pueden ser la pantalla para sacarle el cuerpo a la acción de Hezbollah. Es una obligación revolucionaria elemental apoyar incondicionalmente —es decir, bajo su actual dirección— la guerra de liberación libanesa y palestina. Una victoria en esta guerra sería una derrota del imperialismo mundial. Desde el Partido Obrero, en cambio, apoyamos, con nuestra propia política, esta lucha nacional; deseamos fervorosamente que triunfe.
Por supuesto, tenemos una diferencia estratégica con Hamas y Hezbollah. El nacionalismo clerical no reúne las condiciones para consumar una derrota definitiva al sionismo y al imperialismo. Rechazamos el jihadismo como método, porque no solamente tiende a aislar las causas de liberación nacional y a dividir a los explotados sino que además es un mecanismo fenomenal de regimentación interna de las masas árabes. Somos partidarios de la unidad internacional de la clase obrera y de los pueblos para luchar contra el imperialismo. Pero el desarrollo de una estrategia y dirección proletaria revolucionaria que abra el paso a una reorganización integral de la región sobre nuevas bases sociales – o sea una Palestina laica, única y socialista en el marco de los Estados Unidos Socialistas de Medio Oriente- no se desarrollará en el campo de la abstención frente a los choques sino participando en el combate real contra los opresores del pueblo palestino y las masas de la región.
Lo que el PTS denomina “independencia de clase” no es más que una proclama de abstención en la lucha de clases y en las guerras internacionales, que son un factor de aceleración enorme de la lucha de clases en todos los niveles. En oposición a esta orientación, apoyamos a muerte la lucha armada de Hezbollah y Hamas, y todas las organizaciones de la resistencia palestina y de Medio Oriente contra el agresor sionista, con nuestra política, o sea interviniendo para que sirva a la revolución socialista internacional. Esta abstención se traslada al campo nacional cuando esa fuerza no impulsa y le da la espalda al movimiento de lucha más pujante de la última década como lo es el movimiento piquetero.
Los mismos que hoy hablan de diferencias irreconciliables, llamaron a apoyar a Saddam Hussein en la perspectiva de que se transformaría en la dirección de la revolución proletaria en Medio Oriente (Estrategia Internacional, Boletín Nº 1, febrero 1991) (ver también Prensa Obrera, 22 de marzo de 1991).
Comentarios finales
En lo que se refiere a los métodos es necesario hacer una consideración. Las diferencias que nos separan de Hamas en el plano de su estrategia y sus métodos no nos pueden llevar a condenar ligera y superficialmente los métodos de Hamas en la presente operación militar. Es necesario no guiarse por un preconcepto, sino hacer un abordaje concreto de lo ocurrido. Por ejemplo, ¿es legítima la toma de rehenes? Muchos analistas sostienen que uno de los objetivos de la operación apunta a canjear los detenidos por los prisioneros que hoy están sometidos a brutales vejámenes en las cárceles israelíes y que ascienden a más de 5.000. La toma de rehenes es un método usual al que han recurrido históricamente las fuerzas en pugna para arrancar a sus propios prisioneros capturados por el bando contrario. No hay nada original ni nuevo en esa práctica.
Por otra parte, diversas noticias exponiendo atrocidades como la decapitación de 40 bebés, se revelaron como fake news. Por lo tanto, la izquierda no se puede prestar a comprar las denuncias que se emiten alegremente de las usinas informativas del gran capital. Respecto a las víctimas civiles, Hamas no admite esa acusación, planteando que los objetivos y blancos de la operación eran militares. Sin embargo, en la acción participaron diferentes tendencias y organizaciones.. Acaban de aparecer las declaraciones de una sobreviviente israelí responsabilizando a las tropas sionistas por el ametrallamiento de sus propios civiles y admitiendo el trato respetuoso recibido por parte de los combatientes palestinos en medio de los incidentes. Esto contrasta con numerosos relatos de matanzas en el campo israelí, durante la acción.
Es lícito por parte de los oprimidos -y esto vale también en la lucha palestina planteada- apelar a todos los medios a su alcance. La violencia de los oprimidos no puede juzgarse con los mismos estándares que la violencia del opresor. Por supuesto, en este contexto, es necesario seleccionar las acciones en función de su mérito y conveniencia. El disparo a quemarropa a civiles en una fiesta es nocivo respecto a la causa palestina al alejar la opinión de los trabajadores que es necesario conquistar. Como lo sostuvimos, el jihadismo es negativo para la causa de liberación de los pueblos de Medio Oriente.
Pero a la hora de hacer una apreciación de conjunto no podemos perder de vista que la violencia y el terror no han faltado en la historia contemporánea. Y en especial en los principales acontecimientos que marcaron las grandes transformaciones sociales, empezando por la revolución inglesa, la francesa y la estadounidense, siguiendo por la guerra de secesión norteamericana, la Comuna de París y la propia revolución rusa. Cuando los antagonismos se exacerban y se potencian al máximo, la lucha se hace más violenta, feroz y encarnizada. Por lo cual no nos debe sorprender que la guerra en sus formas más extremas se abra paso.
Nota original de Prensa Obrera: https://prensaobrera.com/internacionales/cual-debe-ser-la-posicion-de-la-izquierda-frente-a-la-estrategia-y-los-metodos-de-hamas